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La historia erótica de una pareja
Sexo en un club libertino

Mi mejor amiga me contó un día que tenía la fantasía de ir a un club sexual. Había visto un reportaje en la televisión sobre este tipo de locales y le había dado todo tipo de ideas traviesas.

Pero no podía ir con su marido. Ni siquiera lo habían hablado porque su marido es muy celoso. No puede soportar que otro hombre la mire, así que tocarla era impensable. Y a mí me pasa exactamente lo mismo… Tengo novio desde hace unos meses, pero es hiperposesivo y no me veía hablando con él de libertinaje. Eso no le impidió pedirme que fuera con ella porque no veía otra solución. Quería ver por sí misma cómo era aquello, ver si efectivamente todo el mundo follaba por todas partes, si había tías bailando semidesnudas en la pista, ver cómo eran los tíos allí, ver si podía complacer a los demás y que podían pasar cosas.

Estuvimos hablando de ello durante un buen rato porque, aunque soy una chica traviesa, no se me había ocurrido ir a un club de intercambio de parejas y el deseo de engañar a mi hombre no estaba en mí en absoluto. Sin embargo, se le ocurrieron algunos argumentos para convencerme: «es sólo por diversión», «no tienes que hacer nada», «si te parece espeluznante puedes irte», «es gratis para las chicas» y, por último, pero no menos importante: «Bueno, si puedes disfrutar de un jacuzzi, un hammam y una sauna gratis, mientras ves a chicas y chicos desnudos practicando sexo, bueno, como no tienes que hacer nada, la idea era francamente tentadora.

Así que acordamos una fecha para la noche: un jueves y, sobre todo, teníamos una buena excusa para nuestras amigas: queríamos tener una pequeña noche de chicas, hacía mucho que no lo hacíamos y pensamos ir a un restaurante y luego tomar un cóctel en un buen bar.

Fuimos al restaurante, pero no acabamos en el bar. No, fuimos al famoso club que había elegido mi novia. Llegamos sobre las 11 de la noche y nos dio una gran bienvenida la chica, que debía de ser camarera o la jefa, no estamos seguros. Nos hizo un recorrido por las instalaciones y ya había mucha gente en las habitaciones, que ella llamaba rincones de mimos porque se oían gritos de placer. Nos hizo sonreír y fingimos que no pasaba nada. Luego nos sentamos en el bar a beber un vasito de burbujas que nos ofreció la chica. Dos tipos, uno joven y otro de unos cuarenta años, también estaban sentados y charlaban entre ellos. El mayor no estaba mal, un poco gordito pero nada mal y pude ver que sólo me miraba a mí.

Cogimos nuestras toallas (porque sí, hay que coger toallas para entrar en la «zona húmeda» como ella decía) y fuimos a los vestuarios a desnudarnos. La discoteca tenía música pero no pista de baile y, sobre todo, no había mucha gente. Nos duchamos, que era obligatorio antes de entrar en la zona húmeda, y luego decidimos darnos una pequeña sauna. Menos mal que no había nadie, sólo un tipo chapoteando en el jacuzzi de enfrente. Tengo que admitir que no es fácil pensar que vas a andar desnudo por los pasillos, pero con la toalla, al menos podías disimular un poco. Después de 5 minutos sudando, decidimos darnos un chapuzón en el jacuzzi. Nos sentamos en un lateral y, bueno, con las burbujas, era muy agradable. El agua estaba calentita, la música de fondo era agradable y las dos estábamos en nuestro mejor momento cuando vimos a los dos chicos que estaban en el bar meterse también en el jacuzzi. Se sentaron a un par de metros de nosotras y empezaron a reírse, iban y venían delante de nosotras, el moreno alto me sonreía cada vez que pasaban, lo que me pareció encantador y, es cierto, un poco excitante.
Luego se pusieron delante de nosotros y nos ofrecieron a mi novia y a mí un masaje de pies. Al fin y al cabo, para qué rechazar una oferta tan amable, estábamos allí para disfrutar y hacernos sentir bien el uno al otro, ya veríamos qué tal.

El hombre alto y moreno se ocupó de mis pies. Sus manos eran muy suaves, tomaba cada uno de mis dedos y tenía cuidado de no hacerme cosquillas en las plantas de los pies, era muy placentero, tanto que olvidé que estaba desnuda y que él podía ver mis pechos y mi pubis bajo el agua, pero realmente no me importaba porque era muy bueno.
Luego me masajeó los tobillos, luego las pantorrillas, sus manos subían cada vez más, yo estaba avergonzada y excitada al mismo tiempo y le dije «Oye, ¿no son mis pies los que me estás masajeando?» «Oup lo siento» me contestó con su encantadora sonrisa «Puedo parar si quieres» añadió. Sonreí y le dije que sería una pena parar ahora que cada vez era más placentero. Sus manos estaban ahora en la parte superior de mis muslos, los había cerrado pero los abrí un poco, pasó un dedo por mis caderas y luego las acarició, porque sí, ya no era un masaje en absoluto, se había convertido en caricias. Ni siquiera miré lo que hacía mi novia al lado, pero me di cuenta de que ella también estaba disfrutando.

Pensé que quería besarme, pero me susurró al oído y me invitó a pasar a un pequeño dormitorio. Miré a mi novia, ella también se levantó, acompañada por el joven, y fuimos juntos a la zona de arrumacos, pero de todas formas cogimos una habitación separada… lol Allí, mi príncipe azul de la noche puso su toalla sobre la cama, me tumbó suavemente boca arriba y me pidió que me dejara llevar. Me plantó besos ardientes en el cuello, los hombros, los pechos, el vientre y los muslos. Luego pasó su lengua entre mis muslos, sin dejar de besarme, abrí las piernas para ofrecerle mi vulva, que pedía ser besada. Sentí la punta de su lengua en mi clítoris, era tan delicado como siempre en sus movimientos y en la forma de lamerme. Jugó con su lengua, subiendo y bajando por mi ano para lamerlo también. Era demasiado bueno. Pensé en mi novio por un momento, pero fue sólo un destello cuando sentí que me penetraba con un dedo y me dejé llevar de nuevo. Su dedo entraba y salía de mí, su lengua excitaba mi clítoris, su otra mano acariciaba mis pechos, podía sentir que subía más y más y que me iba a correr.
Unos minutos después, emití pequeños gritos de placer… acababa de hacerme correr. Volvió a plantarme besos calientes por todo el cuerpo y le dije «¿y tú?
Me miró con su encantadora sonrisa y contestó: «Me da placer darlo, y eso me dio mucho placer». Entonces le pedí que se tumbara boca arriba, cogí su polla con la mano y luego con la boca y se la chupé hasta que él también se corrió.

Me dio las gracias, nos abrazamos y besamos, y luego se fue, diciendo gracias y hasta pronto. No volví a verle esa noche. No sé adónde fue después, no pude encontrarlo. Pero sí encontré a mi novia, que había gritado desde el otro lado de la pared. Nos duchamos, tomamos una copa y nos fuimos a casa con nuestros desprevenidos hombres.
Así que esa fue mi primera noche de sexo en un club libertino y fue una auténtica delicia. Me alegro de haber podido compartir este recuerdo contigo y espero que lo hayas disfrutado tanto como yo. Hasta pronto para otra historia traviesa. Besos